Dedica unos instantes a intentar definir tú mismo lo que es el dolor.
¿Has acabado alguna vez con la rodilla hecha polvo después de varios kilómetros de carrera? Tal vez hayas sentido tu espalda como un castigo tras horas de estudio o un fuerte dolor en la boca del estómago cuando sientes angustia.
Hay personas a las que les duele respirar.
Resulta que el dolor es una de las quejas más comunes en la sociedad. En un estudio epidemiológico llevado a cabo en el 2003 se observó que el 11% de la población española padecía algún tipo de dolor crónico.
Para la RAE el dolor se define como la sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Según la Internacional Association for the Study of Pain, el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada con una lesión hística real o potencial, o que se describe como ocasionada por dicha lesión. Por otra parte, considera como desagradable al conjunto de sentimientos entre los que se encuentran el sufrimiento, la ansiedad, depresión y desesperación. Podemos observar que el dolor es una experiencia compleja que incluye múltiples dimensiones.
¿Avanzamos un poco más allá para intentar entenderlo mejor?
El dolor es una respuesta creada tras la percepción de una amenaza con el objetivo de conseguir una reacción adaptativa. Quiero recalcar eso de que el dolor es una respuesta: no te duele un pinchazo, si no la respuesta que originas ante el mismo. También subrayo que hay un imprescindible paso intermedio entre la existencia de ese estímulo y la posible respuesta que da el organismo en forma de dolor: es la fase de procesamiento de la información percibida, que tiene lugar en el sistema nervioso central. Esta fase hace que no haya siempre una relación directa, precisa, entre la información recibida (input) y la respuesta devuelta (output). Adelanto que ocurren bastantes cosas por medio que a menudo tienen que ver con el manejo de la propia experiencia.
Se puede decir que existen tres tipos de respuesta en forma de dolor de acuerdo con su proceso fisiopatológico:
- Dolor nociceptivo: los receptores sensitivos reciben una amenaza mecánica, térmica o química que viaja hacia el sistema nervioso central, y ahí se decide si se traduce o no en una respuesta dolorosa. Éste es el caso en el que más acorde están la intensidad del estímulo con la intensidad de respuesta dolorosa.
- Dolor neuropático: el estímulo se produce directamente sobre un nervio, como por ejemplo en la ciática.
- Sensibilización central: el sistema nervioso central está predeterminado a ofrecer una respuesta en forma de dolor incluso ante ausencia de estímulo. Digamos que es algo que ya tiene aprendido y reproduce aunque ya no haya razón aparente.
La respuesta dolorosa suele ser una combinación de matices de cada uno de ellos a la que además se le añade el factor tiempo: si por ejemplo a alguien le sorprende una repentina lumbalgia padecerá un dolor agudo, es decir, un dolor que sucede a un trauma tisular y que suele disminuir cuando la lesión se acerca a la curación. En esta etapa temprana existe bastante correlación entre la intensidad del daño y la respuesta dolorosa. En una situación así, enseguida tiene lugar una veloz reacción biológica de protección con aspectos como los siguientes:
- Inhibición refleja: ante la presencia de una lesión se paraliza la función de los músculos cercanos.
- Movimientos protectores como el reflejo de retirada. Se ve más claro en el caso de un esguince ,en el que se “pliega” la extremidad afectada y tienen lugar espasmos musculares.
- De manera automática se produce una sustitución de la musculatura profunda por la superficial. Con ello el organismo consigue que prime la co-contracción (la retracción de la zona a proteger) en detrimento de una buena postura y de la calidad del movimiento óptimo.
- La inflamación que sucede al daño de tejido libera sustancias reparadoras.
- Disminuye la función sensorial, la propiocepción, de la zona afectada.
- ** Todos los puntos hasta ahora mencionados son necesarios en las fases iniciales de una lesión, pero dañinos a medio y largo plazo porque pueden provocar cambios en el esquema corporal y en el patrón habitual de movimiento si se mantienen en el tiempo. La musculatura profunda es inhibida y eso genera su atrofia en pocos días; además, durante la inflamación se libera una sustancia que parece acelerar dicha atrofia.
- Al mismo tiempo, las respuestas hormonales que suceden a la situación de estrés generado por la lesión puede tener efectos adversos tanto fisiológicos como emocionales.
- Es importante dejar claro que, incluso breves periodos de sensación dolorosa al inicio de la lesión, pueden provocar cambios neuronales que la encaminen hacia estados de dolor crónico.
Y llegados a este punto hay que explica que el dolor crónico es el que se extiende más allá de los tres-seis meses desde el momento de la aparición de una lesión o que permanece tras el periodo de curación tisular. Cuando se padece dolor crónico aumenta la discrepancia entre la información proveniente del estímulo y la respuesta emitida, es decir, que cobra más protagonismo lo que se ha descrito como sensibilización central (ver arriba). Este aspecto es digno de tener en cuenta. De manera paralela, la simple cojera que suele suceder a un esguince, o la manera de manejar la espalda que uno adopta tras haber experimentado una lumbalgia, pueden generar hábitos perjudiciales de movimiento que perduren más allá de la lesión y den problemas en otras regiones del cuerpo por compensación.
Con lo visto hasta ahora podemos decir que el dolor es algo más que un estímulo y su respuesta. El dolor parte de una fase de procesamiento inmersa en múltiples factores individuales. Por eso cada vez se dedica más atención a las actuaciones preventivas y a tratamientos tempranos, tanto físicos como cognitivos y psicosociales, que eviten complicaciones.
Veo a menudo pacientes con un padecimiento que va más allá de una lesión articular. Personas que comenzaron con un dolor puntual en el metatarso que ha acabado por inundar su día a día; personas a las que les duele TODO, y miedos que se apoderan de personas.
La segunda acepción que suele aparecer sobre el dolor guarda relación con el sentimiento de pena, tristeza o lástima que se experimenta por motivos emocionales o anímicos.
Hay dolores y dolores. He mencionado alguna vez que ya quedó atrás eso que postulaba Descartes sobre la separación entre cuerpo y mente.
El manejo de tus movimientos y de tus dolores tiene mucho que ver con tu experiencia y el paso del tiempo. Revisa la definición que has dado al principio y ten presente que siempre se puede pedir ayuda cuando uno anda algo desorientado.
Recuerda que el cuidado de la vida, y la salud, eres tú.
Podóloga, fisioterapeuta, profesora del método Feldenkrais e investigadora científica, pionera en el ámbito de la diabetes y el ejercicio terapéutico.
Experta en la realización del estudio biomecánico de la pisada orientado a crear plantillas donde el gesto técnico y la calidad del movimiento son parámetros esenciales.